La falta de crédito y liquidez, un desafío en el panorama empresarial

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La liquidez de una empresa son todos aquellos activos corrientes de fácil transformación a dinero líquido, que en menos de un año se pueden convertir en dinero para pagar obligaciones del pasivo corriente tales como cuentas, nómina de empleados, proveedores, créditos cortos de rotación fácil, tarjetas de crédito e incluso imprevistos. Siendo la liquidez positiva la capacidad de responder con todo aquello que necesita prioridad y manejo día a día para las empresas.

Sin embargo, es común encontrar que la liquidez de las empresas se vea afectada por diferentes factores relacionados a complicaciones en la operación, lo que evita el pago de las obligaciones a corto plazo. Lo anterior ocurre cuando sus inversiones son insostenibles como bajas ventas, gastos de operación muy altos y baja rotación de inventarios, contar con maquinarias o locaciones muy grandes que no generan valor suficiente transformado en ventas (efectivo y utilidad), por lo tanto, no tienen la capacidad de responder con gastos urgentes y acuden a préstamos.

“Para solucionar percances de liquidez, las empresas desde su creación deben formar una buena relación con los bancos, así estas van a poder recurrir a las líneas de crédito abiertas cuando sea necesario, esta es una opción para gestionar pagos sin gastar los ahorros o recursos totales de la compañía. Sin embargo, se recomienda evaluar a conciencia si dichas líneas serán empleadas por las razones correctas y si se tiene la capacidad financiera de asumirlas. Endeudarse no es malo, lo malo es no saber cómo gestionar la deuda”, explica Alexander Hernández Fuentes, experto en consultoría financiera corporativa.

Es precisamente esa capacidad de responder lo que buscan los bancos para ceder un crédito, que la empresa pueda pagar sus obligaciones, más aún entendiendo que según Corficolombiana las condiciones de financiamiento para el sector empresarial se han vuelto más restrictivas en comparación con años anteriores. Según El Banco de La República, las microempresas son las que acceden en menor medida a créditos.

Partamos que para que esto escale y las pymes puedan llegar a solicitar un crédito bancario, deben estar legalmente constituidas y tener estados financieros formales, y según el Dane solo el 31 % de las pequeñas empresas del país están registradas de manera formal.

Por otro lado, estar reportados por terceros, tener historiales negativos y mal comportamiento de pagos, estados financieros con resultados desfavorables, pérdidas consecutivas, ganancias muy bajas, utilidades muy pequeñas y en sí la poca capacidad de generar recursos, son algunas de las características que analizan los bancos para negar un crédito.

Cuando lo anterior ocurre, las empresas tienen otras opciones como la contracción para reducir sus gastos, buscar otros tipos de financiamiento de una empresa inversora, reducir o subarrendar parte de su espacio si es muy grande, traer socios nuevos o que los existentes inyecten capital, entre múltiples variables que son adaptables al funcionamiento de cada organización.

“Para cumplir con los pagos toda empresa debe tener un plan y proyectar con minucia su estado financiero para definir que lo que está generando le permita pagar sus obligaciones en los tiempos establecidos, y así evitar cobros de mora que aumenten los gastos, según el momento podrían acceder a créditos con tasas fijas que si bien son más costosas no están sujetas a cambios que jueguen en contra.” puntualizó Hernández.

Gestión financiera

La gestión financiera consciente y el análisis riguroso de los datos son fundamentales para el éxito de cualquier empresa. Aquellas organizaciones que comprenden a fondo su situación financiera y se mantienen en constante evaluación están mejor preparadas para identificar las oportunidades y los momentos adecuados para acceder a créditos. Además, la habilidad para administrar eficientemente la deuda no solo garantiza la estabilidad económica a corto plazo, sino que también sienta las bases para un crecimiento sostenible y la creación de valor a largo plazo.

En última instancia, una empresa que domina estos aspectos no solo sobrevive en un entorno empresarial desafiante, sino que también prospera, consolidándose como un actor sólido y competitivo en su sector.