Por qué un taller bien diseñado puede redefinir el rumbo de tu proyecto (y ahorrarte millones)
Por Roberto Suárez Rojas – CX Consultant en Keyrus
En el mundo corporativo, muchos proyectos nacen desde la urgencia: el lanzamiento inminente, la intuición de un directivo o el mandato de “tenemos que hacer algo ya”. Se contrata tecnología, se reorganizan equipos, se invierten horas y presupuestos… para luego descubrir que el problema real nunca fue abordado.
En Keyrus proponemos una pausa estratégica antes de cualquier implementación: un taller de Design Thinking. No como un trámite metodológico, sino como una herramienta de alto impacto para tomar decisiones con sentido, combinando lo mejor de las metodologías ágiles con una mirada profundamente centrada en las personas.
El error más común: resolver lo que no es
Uno de los principales fallos en los proyectos organizacionales es asumir que el problema está claro. Pero lo que se entiende suele ser solo la punta del iceberg. Design Thinking parte de una premisa distinta: no sabes lo suficiente hasta que escuchas.
Y escuchar no significa solo al cliente final. Significa entender a quienes operan, enfrentan fricciones, sostienen la experiencia del usuario. Esta escucha estructurada permite priorizar con base en evidencias, no en suposiciones. Muchas veces, tras un taller, la solución resulta más simple de lo esperado… o completamente distinta.
¿Qué revela un taller bien diseñado?
Un taller no resuelve directamente los problemas, pero sí los identifica de raíz. Y eso vale oro. Permite:
- Detectar fricciones invisibles entre equipos
- Identificar cuellos de botella operativos
- Reconocer expectativas del usuario que han cambiado
- Mapear capacidades reales (no aspiracionales) de la organización
- Adaptar la estrategia al punto exacto de madurez del negocio
En lugar de lanzar soluciones que no se adoptan, se construye desde la realidad: lo que se puede, lo que se necesita y lo que todos entienden como valioso.
Co-creación: el ingrediente que cambia todo
Para que el ejercicio tenga impacto, deben participar todas las áreas involucradas en la experiencia: marketing, ventas, diseño, operaciones, tecnología, servicio al cliente. No en todo el proceso, pero sí en tres momentos clave: entendimiento, definición y co-creación.
Cuando eso ocurre, el resultado deja de ser “la solución de un área” y se convierte en una construcción compartida. Y eso cambia radicalmente la adopción posterior.
Resultados tangibles desde el día uno
Al cerrar un taller, ya hay avances concretos:
- Backlog priorizado
- Roadmap claro
- Quick wins listos para ejecutar
- Insights sobre los verdaderos aceleradores (o frenos) del cambio
- Una visión común que alinea esfuerzos y reduce resistencias
Un ejemplo: una empresa de consumo masivo redescubrió a sus tenderos aplicando Design Thinking. Entrevistas, talleres con fuerza de ventas y escucha profunda revelaron hábitos, motivaciones y canales preferidos. El resultado: redefinición de arquetipos y una estrategia comercial personalizada para más de 220.000 puntos de venta.
¿Cuándo es necesario frenar y repensar?
Si ya tienes una solución cerrada, validada y lista para ejecutar, probablemente no necesites un proceso profundo. Pero si hay incertidumbre, si el proyecto toca varias áreas, si no sabes por dónde empezar o si ya lo intentaste sin éxito, entonces sí: necesitas frenar.
Un taller no es tiempo perdido. Es tiempo ganado para evitar frustraciones, reprocesos y resultados mediocres.